Las preguntas iluminan el camino hacia el encuentro con la respuesta. Son como las balizas que con sus destellos intermitentes facilitan ir delineando el recorrido. O como faros que entre las luces y sombras de los giros de su foco luminoso permiten ajustar el rumbo para llegar a destino.
Cuando se pregunta, en el acto de preguntar, es importante ser consciente de a quién se formula la pregunta -a uno mismo o a otro-, qué se pregunta -es relevante o no-, cuándo y cómo se realiza la interrogación, por qué y para qué se pregunta, es decir, qué motivación o causa hay para preguntar, y qué finalidad u objetivo se quiere lograr con la pregunta. Del mismo modo, ser consciente de qué tipos de preguntas se usan; si una pregunta cerrada es suficiente, o si se necesita una abierta para que retorne más información que simplemente un sí o un no.
En un contexto de supervisión, hacerse estas preguntas previas y considerar las respuestas que surjan es necesario para garantizar en la mayor medida posible un trabajo con propiedad. Es decir, el coach supervisor se pregunta a quién, qué, cuándo, cómo, por qué y para qué pregunta, para así formular cada interrogación de la manera más ajustada al coach supervisado, con precisión, quizás convirtiéndola en una “pregunta láser o poderosa”.
Tan relevante es saber preguntar como lo es saber escuchar la respuesta. Muchas veces ocurre que esta última no responde a lo que fue interrogado. En un caso así cabe igualmente valorar la respuesta; ¿el interlocutor no respondió intencionadamente a lo preguntado, o fue de modo inconsciente? Y decidir si se insiste o no en la pregunta, o si se elige otro camino -quizás paralelo- para llegar al mismo punto. Es decir, saber valorar si la respuesta satisface a la pregunta, con independencia de la calidad y cantidad de su contenido.
La consideración de los elementos transferenciales facilita calibrar mejor las preguntas al coach supervisado, tanto cuando algunas son concernientes a su persona directamente -sus percepciones, su desempeño en el rol-, como cuando otras están referidas al propio coachee.
El arte de preguntar, la mayéutica socrática, se constituye así en el factor por excelencia facilitador del aprendizaje en un proceso de supervisión de coaching. Y la pregunta en el instrumento educativo. Etimológicamente, preguntar proviene del latín “percontari”, con el sentido original de “tantear, buscar el fondo, sondear la profundidad”. Educar también tiene raíz latina, aunque en este caso no se concluye en aclarar si del verbo “educare” o de “educere”; sin embargo, en este contexto resultan válidos ambos sentidos. El primero porque significa “conducir, guiar, orientar, criar, alimentar”, y el segundo “hacer salir, extraer, dar a luz”.
Cuando el coach supervisor pregunta es consciente de que su búsqueda solventa una necesidad profesional de información y a la vez guía al coach supervisado en el sondeo de sus propias cuestiones y las del coachee, y que de esta manera alimenta y extrae el potencial de ambos para que el coachee dé a luz el suyo.

En 4hara® somos conscientes del valor de la pregunta en una supervisión y estamos comprometidos con el desarrollo profesional continuado del coach, por ello con el método CREAR® reafirmamos que “las preguntas iluminan el camino, que suele estar ya trazado, hacia el encuentro dentro de sí mismo con la respuesta”. ¿Algo más?
Aldo Javier Prizmic Kuzmica, autor
4hara®
Marcela S. Pereyra Rojas, Mercedes Moreno Moreno
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