«Toda pregunta es un fracaso.
Toda respuesta es otro.
Pero entre ambas derrotas
suele emerger como un humilde tallo
algo que está más allá de los sometimientos«.
Roberto Juarroz
En esta entrada haremos una breve presentación acerca de la importancia de la supervisión en coaching y consideramos que es una buena oportunidad para hacer un poco de historia.
La idea de supervisión surge con Freud y sus primeros procesos terapéuticos, es a través de su consulta epistolar (la correspondencia transcurrió entre los años 1887 y 1904) en la que compartía con su amigo Flies las dudas y reflexiones en torno a sus casos y es así como probablemente, éste se haya constituido en el primer supervisor.
Más adelante, uno de sus discípulos, Theodor Reik sugiere que “se ayude al candidato a escuchar con su tercera oreja, pues, dice, las otras dos han sufrido efectos de sordera provocados por una enseñanza dogmática. El saber predigerido, aunque dé cuenta de la práctica analítica, produce, sin duda, efectos de deformación”.
En el año 1963, Daryl DeBell propone que un método esencial para la formación de los profesionales de la salud se centraba en profundizar en la habilidad de enlazar la práctica de un caso con los conceptos teóricos, incluyendo la aclaración y confrontación como recursos de la supervisión, además de los apuntes tomados por el supervisado de las situaciones acaecidas en el proceso terapéutico. El objetivo de la propuesta era que un profesional menos experimentado pudiera beneficiarse del recorrido teórico práctico de un profesional de mayor experiencia.
Otros teóricos hacia la actualidad resaltan la relevancia de incluir la retroalimentación, divulgación didáctica, la reflexión sobre el material.
A lo largo de los años se fue afianzando esta práctica en primer lugar, en el ambiente psicoterapéutico para ser adoptada luego en los procesos de coaching, espacio en el que los profesionales participantes aportan el “saber hacer” y el marco teórico desde el que se han formado, en una relación de pares en donde El Saber surge del proceso y no lo porta ninguna de las partes.
Este dispositivo transcurre en el marco de una relación humana de carácter profesional, surge un vínculo de confianza entre pares (supervisor y supervisado, ambos profesionales del coaching) en el que surgen dudas, preguntas, en este caso en la figura del coach que comienza a preguntarse en relación a su práctica y decide iniciar una supervisión.
Es desde ese primer momento en el que se inicia el contacto para supervisar un caso, que la situación promueve las acciones de ordenar el material, repensar el contenido, descubrir los obstáculos, que hacen que la figura del supervisor aparezca desde antes del momento de la reunión, aportando una nueva lectura sobre las cuestiones surgidas en el proceso; esta nueva lectura invita a interrogarse acerca de la problemática propuesta por el coach supervisado, la técnica implementada, el lugar en el que se ubica respecto de la relación con su propio coachee, etc.
Todos y cada uno de estos caminos ofrecen un lugar de crecimiento en una relación en la que se benefician ambos partícipes: supervisor y supervisado.
La implementación de esta práctica influye en la motivación del supervisado, promoviendo la asunción de retos y desafío de sus propios límites.
La figura del supervisor aporta conocimiento y experiencia, respetando y aceptando el estilo del coach supervisado, facilitando la mejora de sus habilidades, la incorporación de nuevos aprendizajes y dedicándose a él en tanto persona que desempeña una función, la de coach.
Se logra todo esto a través de una escucha activa, abierta, recíproca, y dentro de un marco de diálogo colaborativo desprovisto de prejuicios en el que participa el pensamiento crítico invitando al interrogante.
El equipo que integramos 4hara confiamos en que, con la implementación de la supervisión en los procesos de coaching, alcanzamos el nivel de excelencia y profesionalismo de la disciplina.
Marcela S. Pereyra Rojas, autora
4hara®
Mercedes Moreno Moreno, Aldo Javier Prizmic Kuzmica